Gregory Salomon era un disidente ruso cuando comenzó su exilio en Siberia a principios del siglo XX. En aquella tierra de comerciantes de pieles y paso obligado desde el siglo XIII, se impregnó de la cultura peletera tradicional y comenzó su propia actividad, que pronto se convertiría en una verdadera pasión. En 1920, la familia Salomon emigró a Francia, donde Gregory se estableció como uno de los principales comerciantes peleteros de la plaza parisina.
Su hijo Boris tomó naturalmente el relevo del negocio familiar. Lanzó la moda de las pieles moteadas que traía de sus viajes alrededor del mundo y los colores pop, suministrando a las casas más exigentes hasta convertirse en presidente de la Federación Internacional de Peletería. Yves Salomon, entonces comerciante de pieles, se aventuró en el terreno de la creación y constituyó un taller para realizar los sueños de los más grandes creadores. Esto le permitió desarrollar nuevas técnicas y las innovaciones se sucedieron, transformando el paisaje de la peletería.
Entre tradición y modernidad, Yves Salomon asoció su aura y firma de excelencia, inventiva y creatividad. La suite lógica residía en la creación de una marca epónima que mezclara estilo y técnicas revolucionarias. En 1980, la Maison Yves Salomon vio la luz. Lejos de la imagen de la peletería tradicional, la marca reivindica la larga tradición de las materias nobles y el aporte intuitivo de técnicas revolucionarias. La casa trabaja con un centenar de pieles diferentes, del tejón a la rata almizclera, marmota, visón, lince, zorro, marta cebellina, chinchilla... Hoy produce pieles de alta calidad para Dior, Yves Saint Laurent, Prada, Louis Vuitton, Jean Paul Gaultier y Sonia Rykiel. Su primera y más importante boutique está situada en la prestigiosa calle Saint-Honoré de París, consolidando cuatro generaciones de savoir-faire centenario en una marca anclada en su tiempo.
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